sábado, 8 de noviembre de 2014

El Fin de la Eternidad, de Isaac Asimov




En una época, ésta en la que vivimos, en la que estamos hartos de ver viajes en el tiempo, realidades alternativas, universos paralelos y demás situaciones siempre presentes en el cine y en televisión, pensaba que ya nada me podría sorprender. Descubrir El Fin de la Eternidad, de Isaac Asimov (1955) ha sido para mí una grata sorpresa. 



Planteémonos el libro en cuestión en la época en la que fue escrito, con la introducción de la televisión en color en los diferentes países, para que nos hagamos una idea. De repente me encuentro leyendo una novela escrita durante esa época que nos habla de algo tan, digamos sugerente, como una institución llamada La Eternidad, que opera fuera del (fisio) tiempo normal. Esta institución, creada en el siglo 27, está formada por diferentes jerarquías que se encargan de velar por la seguridad de la especie humana, estudiando las variables de las infinitas Realidades posibles e induciendo los mínimos cambios necesarios para evitar catástrofes, guerras, devastaciones, invasiones, y cualquier peligro para la existencia de la humanidad.


El protagonista de esta novela es el Ejecutor Andrew Harlan, a quien su superior Laban Twissell, el principal Programador de la Eternidad, le encargará educar personalmente a B. S Cooper, un Aprendiz dentro de Eternidad, en Historia Antigua, que comprende todos los siglos que preceden al descubrimiento de los viajes en el tiempo. Harlan apunta maneras de ser el Ejecutor perfecto, frío, tenaz, y sin emociones aparentes más que desvivirse por su trabajo de realizar los cambios programados. Todo esto se tambaleará al conocer a Löys Lambert en una misión que le es encargada; su superior Finge le enviará al siglo 482º durante una semana completa para estudiar la aristocracia de la época, por lo que se alojará con Löys. Irremediablemente cae rendido a sus pies y aquí empieza una vorágine de saltos entre siglos. 

Harlan decide encubrir a Löys llevándola a los Siglos Ocultos, donde la Eternidad nunca ha conseguido llegar, para salvar su relación prohibida. Es entonces cuando Harlan descubre su verdadera misión para con la Eternidad, que no es otra sino dejarla avanzar, dejar de privarla de asumir riesgos, vivir decadencias posiblemente necesarias para una evolución física, material y espiritual hacia un ser humano mejor.

Una novela no demasiado extensa, con una capacidad de atraparte increíble, que vale la pena leer hasta llegar a su punto máximo, que es la última frase. Una frase imperdible. Si os gusta la ciencia ficción me parece una novela perfecta para iniciarse en la lectura de este género, no demasiado complicada en cuanto a jerga y como ya he comentado, muy adictiva. Personajes fáciles, mucha acción y todo un ejercicio para poner en forma nuestra imaginación.



Entrada publicada originalmente en la web amiga: el Buscalibros

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